Juan Vernet Masip, presbítero

El Siervo de Dios Juan Vernet Masip, hijo de los esposos Miguel y Rosa, nació en La Vilella Alta (Priorat) el día 28 de mayo de 1889 y al día siguiente fue bautizado.

Desde niño, siendo monaguillo, ya manifestaba la vocación sacerdotal. A los 12 años entró en el Seminario de Tarragona. Contribuyó mucho en la formación y consolidación de su vocación su tío, el Mn. Juan Vernet Viñes, rector de Vilanova de Escornalbou, con quien pasaba las vacaciones.

En 1921 tuvo que ir a hacer el servicio militar en África, donde sufrió muchas burlas por parte de sus compañero soldados. Aún así, estos reconocían que el Curita no se enfadaba nunca. Aún más: en una de las posiciones donde estaban, para proveerse de agua y alimentos, debían pasar por un punto muy peligroso que era continuamente tiroteado. Él se ofreció a pasarlo, y después de hacer la Señal de la cruz y con los rosarios en la mano emprendió el camino. Aunque fue tiroteado, consiguió cumplir la misión con admiración de sus oficiales y compañeros.

Al retornar de la mili continuó los estudios en el Seminario. Ordenado presbítero el 13 de junio de 1926, fue nombrado cura de las Hnas. Carmelitas Misioneras Teresianas de la Vigilia.

Después ejerció el ministerio sacerdotal en Blancafort, en Vallespinosa, en l´Aleixar, en Querol y en  la Morera de Montsant.

Mientras era rector de la Morera (Priorat) le sorprendió la revuelta de 1936. En advertirle, el secretario del pueblo, del grave peligro en que se encontraba y recomendarle que se escondiera, el Mn. Juan le contestó: «No tengo miedo a la muerte, porque no he hecho nada malo, pero si así Dios lo ha destinado, lo acepto con resignación y conformidad.»

Cuando el Comité revolucionario le exigió las llaves de la iglesia, pidió que le dejaran estar un rato, que aprovechó para sumir el Santísimo. Después entraron los revolucionarios y comenzaron a tirar por tierra las imágenes. El Mn. Juan advirtió a los cabecillas de la incultura que cometían y éstos dieron órdenes de parar la destrucción.

El Mn. Juan Vernet, que se había refugiado en casa de la familia Sardà, advirtió que subían los de Escaldei para asesinarlo, respondió que si pedían por él no le escondieran, porque no quería ser motivo de trastornos para aquella familia , y que si Dios le había destinado que lo mataran lo aceptaba con toda resignación como discípulo de Cristo. El comité de la Morera le acompañó a su casa, a la Vilella Alta. Aquí, a algunos que lo visitaban les decía: «Por mucho que hagan los rojos, España volverá a ser lo que era. Quizás cueste, pero la Iglesia triunfará y las iglesias se volverán a abrir. Aunque me maten, eso no tiene importancia, será lo que Dios quiera. No os preocupéis, que no nos matarán a todos.»

El siervo de Dios entregó a su hermano el testamento y todo lo que tenía, diciéndole que estaría más seguro en el Montsant, a la vez que evitaría cualquier responsabilidad para su hermano, porque si también lo mataban quedaría la familia en muy mal estado, con el padre de 78 años, la madrastra con apoplejía y su esposa con los hijos. Después estuvo durante dos días a una caseta de campo que había fuera del pueblo donde estaba el rector de la Vilella Alta, el Mn. Juan Sans. Aquí se confesaron y se animaron mutuamente.

El día 25 de agosto el hermano del Mn. Juan Sans fue con un taxi a recoger a su hermano presbítero para llevarlo a Montblanc, pero al llegar a la Pobla de Cérvoles fue detenido en un control. Informados de donde era el Mn. Joan Vernet, lo fueron a detener también, y llevados cerca de Juncosa (Garrigues), los dos curas fueron asesinados por el solo hecho de ser presbíteros.

Esta entrada fue publicada en Causa de Tarragona. Guarda el enlace permanente.