Miguel Vilatimo Costa, presbítero

El siervo de Dios Miguel Vilatimó Costa, hijo de los esposos Clemente y María, nació en Vic (Barcelona) el día 24 de octubre de 1888. Al día siguiente fue bautizado en la Parroquia de Nuestra Señora de la Piedad. El obispo Morgades lo confirmó en Vic el día 9 de junio de 1889.

Eran nueve hermanos y vivió su infancia en una familia muy cristiana, a la vez que se distinguía por su bondad y docilidad. Hizo la primera comunión el día 16 de abril de 1899.

Cursó los estudios eclesiásticos en el Seminario de Vic. Fue ordenado presbítero el día 20 de septiembre de 1913 en Vic y cantó la primera misa solemne en el santuario de Montserrat el 22 de dichos mes y año. Por indicación de su obispo Torras y Bages continuó los estudios en la Universidad de Lovaina, donde se licenció en teología y se doctoró en filosofía. En 1915 fue nombrado profesor de filosofía del Seminario de Vic.

En 1928 fue nombrado canónigo de la Catedral de Tarragona y también profesor de filosofía del Seminario. En 1933 hizo un viaje de estudios por Alemania. Tenía un carácter jovial y abierto. Era un buen defensor de la Iglesia con sus artículos en el periódico local La Cruz, en las revistas Analecta Sacra TarraconenseCataluña Social y otros. Se distinguió por sus eruditas conferencias, círculos de estudio y publicación de libros, entre los que podemos citar El sindicalismo, errores y peligros.

Al estallar la revuelta de julio de 1936 dijo: «Ya nos podemos preparar, puesto recaerá todo sobre nosotros y la religión.» Tenía el domicilio en la calle de la Virgen del Claustro, n. 5, en la casa de los canónigos. Al darse cuenta que destruían el archivo y saqueaban la Catedral, envió un empleado con el encargo de salvar un libro inédito del cardenal Mercier, único ejemplar en Europa. Se refugió en casa de su íntimo amigo el Dr. Pablo Roselló, que vivía en la calle de las Escrivanies n. 5, 2º piso. Antes, se despidió de su compañero, el Dr. Vallés, con estas palabras: «Si no nos vemos más, hasta el cielo.» En casa de su amigo, el Dr. Roselló, dio la orden de que nadie negara su condición sacerdotal. Aquí los dos se prepararon con una vida de oración casi continua para el martirio. Cada día iba a dar la comunión a las religiosas de la Compañía de Santa Teresa, que estaban en un piso. Los revoltosos, al preguntar al Mn. Pablo si era cura, contestó: «¡Sí!, Y no soy solo. Somos dos, y siempre que quieran algo de nosotros nos encontrarán aquí, porque no pensamos escondernos ni marchar.»

El día 26 de julio se presentó un grupo de milicianos armados a la hora de comer, preguntando por el cura. Se presentó el Mn. Pablo Roselló, y le ordenaron que los siguiera con los otros curas allí refugiados. A continuación salió el Dr. Vilatimó y los siguieron serenos y tranquilos. Los condujeron al Ayuntamiento, y desde ahí, con el coche de la muerte (con colchones encima y con cañones de escopeta que salían por las ventanas), en la carretera de Reus, donde ambos fueron asesinados con disparos de bala y perdigones, como se dedujo de la autopsia realizada después.

El día 11 de febrero de 1941 fueron identificadas sus restos de la fosa común en el cementerio de Tarragona, y el día 22 fueron enterrados en el panteón del Capítulo catedralicio, después de una misa celebrada por el vicario general, el Dr. Rial, y con la asistencia del Capítulo, autoridades y familiares.

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