Ramón Artiga Aragonès, presbítero

El siervo de Dios Mn. Ramón Artiga Aragonés, hijo de los esposos Juan y María, nació en Mont-roig del Camp (Tarragona) el 10 de octubre de 1880 y fue bautizado en el mismo día.

Fue ordenado presbítero el 1 de octubre de 1905, y ejerció el ministerio en Falset, el Plan de Cabra, Figuerola del Camp, La Secuita, Puigdelfí y Puigpelat.

Se distinguió siempre por la piedad, el amor a la liturgia, el celo en la predicación y la prudencia. Era ecónomo de la Parroquia de Vilaplana cuando estalló la revuelta en 1936. Predecia, ya mucho antes, la gran persecución religiosa y se ofreció como víctima.

El día 22 de julio celebró su última misa en la parroquia. Por la tarde, al despedirse de la presidenta de Acción Católica le decía: «Son cosas que Dios permite. Adiós, si no nos vemos más, hasta el cielo.»

Los primeros días de la revuelta fue a salvar el Santísimo y los objetos de culto. Tuvo ocasión de ir a Barcelona pero se negó. Decía: «Si me matan, alabado sea Dios.» Estuvo escondido en la casa Aymamí hasta el día 5 de agosto, cuando un sobrino fue a buscar para llevarlo a Montroig, a su casa, casa Artiga. Aquí vivió una vida de oración y no manifestó nunca odio ni rencor a sus enemigos.

El día 13 de agosto un grupo de milicianos fue a detenerle. Se encontró con el vicario de Mont-Roig, Mn. Pedro Rofes. A las 9 de la noche, con cinco víctimas más, atadas las manos, los hicieron subir con empujones y golpes a unos coches que los llevaron al lugar conocido por Canyaret, en la carretera de Reus a Falset, un kilómetro antes de llegar en les Borges del CamMn. Allí fueron asesinados. Cuando vio que le iban a disparar gritó: «Viva Cristo Rey». Fue enterrado en el cementerio de Reus. Fue muerto sólo por el hecho de ser presbítero, lo cual aceptó sin defenderse ni protestar.

 

Esta entrada fue publicada en Causa de Tarragona. Guarda el enlace permanente.