Antonio Pedró Minguella, presbítero

El siervo de Dios Antonio Pedro Minguella, hijo de los esposos Francisco y Josefa, nació en Guimerà (Urgell) el día 22 de marzo de 1974 y lo bautizaron al cabo de cuatro días.

Estudió el bachillerato en el Colegio de los Padres Escolapios de Tàrrega (capital del Urgell). En 1889 ingresó en el Seminario de Tarragona y fue ordenado presbítero el día 19 de diciembre de 1896. En 1924 tomó posesión como párroco de Arbeca (Garrigues). Aquí se distinguió por su celo en la restauración del templo parroquial que se encontraba en estado ruinoso. En la predicación y en el confesionario demostró el gran celo y piedad sacerdotales. Sobresalió en obras de caridad y en la dedicación a buscar asilo para los ancianos desamparados, también por sus catequesis sencillas y muy al alcance de los niños y a la vez una delicia para los grandes.

Ejerció el ministerio en las parroquias de San Antonio de Valls, del Albi y de Vilanova de Prades.

Cuando estalló la revuelta en julio de 1936, el día 25 se refugió primero en casas de amigos, hasta que se fue a vivir a la casa de los sacristanes Jaime Dalmau y Antonia Tàsies y con sus hijos. Aquí también se refugió su hermana Engracia. El rezo del breviario, del rosario y otras prácticas piadosas lo ocupaban casi todo el día.

Permaneció allí hasta el día 19 de agosto. La noche anterior se presento un empleado del Comité Revolucionario en casa de los mencionados sacristanes y comunicó a la Sra. Antonia que se presentara inmediatamente ante el Comité. Ella obedeció de inmediato, y el que hacía de juez le dijo: «Tú sabes dónde está el señor cura. Nosotros también lo sabemos. Di al cura que se presente en el Ayuntamiento ante el Comité, que él ya sabe porque.»

Ella al llegar a casa le contó a la Sra. Engracia, hermana del cura, todo lo que le había pasado y lo que le habían dicho. Esta lo comunicó a su hermano, el cual se presentó ante el Comité, solo, sin permitir que nadie lo acompañara. Retornó al cabo de un rato. Pero, cumpliendo las órdenes, se presentó de nuevo al día siguiente, 19 de agosto de 1936, a las dos de la madrugada ante el Comité. Al salir de casa se despidió diciendo: «Adiós, hasta el cielo, allí nos veremos.»

Acompañado de algunos miembros del Comité, fue conducido fuera del pueblo, en dirección a la carretera de Belianes (Urgell). Lo hicieron subir en un coche, y unos dos kilómetros antes de llegar a Belianes fue asesinado sólo por el hecho de ser presbítero. Fue enterrado a unos diez metros del lugar del martirio, a poca profundidad. A pocos metros, la gente que pasaba por allí podía ver a flor de tierra un pie que salía, porque algún perro o animal del campo había rascado la tierra. El Ayuntamiento de Belianes, en septiembre de 1937, lo hizo enterrar en el cementerio municipal.

Debidamente identificadas los restos del Siervo de Dios, entre otras cosas, por los zapatos, la ropa del vestido y el Santo Cristo que llevaba sobre el pecho, fueron inhumados en la iglesia parroquial de Arbeca para la fiesta de la Santa Cruz, el día 14 de septiembre de 1960.

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