Eladio Perés Bori, presbítero

El siervo de Dios Eladio Perés Bori, hijo de los esposos Roque y Concepción, nació en Maldà (Urgell) el día 26 de abril de 1883. De pequeño era muy enérgico y travieso, pero muy piadoso.

Comenzó los estudios en Montblanc y los prosiguio en el Seminario de Tarragona. Ordenado presbítero el 22 de septiembre de 1906, ejerció el ministerio sacerdotal en las parroquias de Ciutadilla, Sarral, Alió, San Francisco de Reus, Passanant, Blancafort, el Pla de Santa Maria, Puigdelfí y los Hermanos de las Escuelas Cristianas, en Cambrils .

Era un presbítero sencillo y erudito. Escribió el libro Veladas populares para amenizar las veladas con los jóvenes. Al estallar la revuelta de 1936, se fue de Cambrils villa y fue hacia la playa. Le vio pasar una buena familia y exclamó: «¡Pobre Mn. Eladio, debemos salvarle!». Estaba oscuro y con una lámpara le siguieron y lo encontraron todo acurrucado junto a una barca. Le ofrecieron cobijo en su casa. Después de cenar le llevaron al chalet deshabitado de Dulce, donde permaneció unos 8 o 10 días. Allí era modelo de virtud y de piedad. Un día que el hijo de la casa le llevaba desayuno, encontró las puertas reventada y corrió a decírselo a su casa, que fueron y lo encontraron atado a un mueble, todo nervioso. Las primeras palabras fueron: «Perdonadlos, he sido yo quien me he asustado.» Los ladrones le habían tomado 150 pts., El vestido y el reloj, le habían echado el breviario en la cara y la habían dejado medio desnudo.

Vestido de pobre fue hasta Tarragona. Allí siguió el curso del río Francolí hasta el Más de Marqués de la Pobla de Mafumet, donde lo atendió la familia Guasch junto con otro fugitivo, Alejandro Ricart. Rezaban todo el día, dispuesto el Mn. Eladio a derramar la sangre por Cristo. Para no comprometer los dueños de la casa, una noche el casero les acompañó hasta cerca de Reus, donde permanecieron escondidos debajo de unos avellanos.

Al apuntar el día el Mn. Eladi se despidió diciendo que iba hacia Maldà, en casa de su hermano. Antes de una hora lo detuvieron en un control y unos milicianos le hicieron subir en una camioneta y lo asesinaron allí cerca. El Sr. Ricart oyó los disparos y luego se enteró de que habían muerto el Mn. Eladi por el solo hecho de ser presbítero.

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