José Padrell Navarro, presbítero

El siervo de Dios José Padrell Navarro, hijo de los esposos José y Magdalena, nació en la Pobla de Mafumet el día 8 de marzo de 1898. Al cabo de tres días era bautizado.

Ordenado presbítero el día 18 de junio de 1922, cuando estalló la revuelta, en julio de 1936, el Mn. José Padrell era beneficiado-organista de la Espluga Calba. Aquí se distinguió por la caridad hacia los pobres, así como por la piedad y humildad.

Al estallar la revuelta del 36, después de dos semanas de todo tipo de penas, entre ellas el encarcelamiento de su hermano Antonio -inmolado un mes más tarde en intentar salvar el rector de la Espluga Calba-, fue a Barcelona, a Sans, en casa de su hermano Luis, donde permaneció sólo unos días. Como él sabía música, le decía su cuñada que se enrolara en alguna compañía de teatro o de zarzuela, pero él le contestó: «Si tengo que hacerlo y pecar, prefiero morir.» Con su hermano se traslado a Girona y se hospedaron en un hostal. Yendo por la calle un ferroviario reconoció a Luis, los denunció y fueron detenidos. Conducidos a al hostal, les quitaron todo lo que tenían y, llevados a la estación de tren, los hicieron este interrogatorio:

A Luis: «Tú, ¿a qué te dedicas?» Respuesta: «Soy campesino.»

Al Mn. Padrell: «¿Y tú?» Respuesta inmediata de Luis: «Es campesino como yo.»

Ellos: «¡Tú calla, que conteste él!»

El Mn. José contestó la verdad y añadió: «¡Luis, y por qué negarlo! Yo soy ¡presbítero! Si por eso me han de matar, pueden hacerlo.»

Entonces, acompañados por milicianos, fueron llevados a Barcelona y encerrados en la cárcel. Ese mismo día, 7 de septiembre de 1936, hacia las 8 de la tarde, el grupo de milicianos entró a su celda y al verlos dijeron: «¡Son estos!» Les dieron cena, pero sólo comió el Siervo de Dios, que lo hizo con una gran paz y tranquilidad. Luis se arrodilló delante de su hermano y se confesó.

Hacia las 9 volvió el grupo de milicianos y les hizo subir en un coche que iba escoltado por otro coche, y se encaminaron todos hacia la Arrabassada. Por el camino Luis preguntó a los milicianos hacia dónde los llevaban y Mn. José le dijo: «No te preocupes, Luis, la muerte no es nada.» «Perdónalos, Luis, perdónalos, no guardes rencor a nadie.»

Al bajar del coche, Luis dijo a su hermano Mn. José: «Tú bajarás por esta puerta; corre y sálvate.» Nuestro mártir le contestó: «No, ¡yo no escaparé, la muerte no es nada!» Ya en tierra, le dijo otra vez: «Huye, sálvate», y la respuesta fue la misma; «No, ¡yo no escaparé!» Entonces se dieron un abrazo y el Mn. José le dijo «¡Hasta el cielo!» Luis se tiró contra el principal de los milicianos, y después de una breve lucha otro miliciano le dio un golpe de culata en el vientre, pero Luis se pudo deshacer del miliciano y puso a correr. El Siervo de Dios quedó de pie, inmóvil. Luis se precipitó por entre unas matas, sintió las balas que silbaban por su lado hasta que lo hirieron en un brazo. A pesar de todo, se pudo salvar. Corriente colisionó contra una verja de espino, y con los zarzales de un barranco, se giró y vio aún su hermano, el Mn. José, derecho en el mismo lugar. Entonces fue fusilado por el solo hecho de ser presbítero.

Su cadáver fue trasladado esa misma madrugada del día 8 en el Hospital Clínico de Barcelona, ​​donde se le practicó la autopsia. Sus familiares pudieron identificar sus restos gracias a la nota (con fotografía), que conservaban de la autopsia. Fue sepultado en la fosa común del cementerio de Montjuïc.

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