Jerónimo Fàbregas Camino, presbítero

El siervo de Dios Jerónimo Fàbregas Camino, hijo de los esposos Juan y Carmen, nació en L´Espluga Calba (Garrigues) el día 5 de diciembre de 1910. Fue confirmado el día 7 de mayo de 1918 por el arzobispo Antolín López Peláez.

De pequeño ayudaba cada día a misa. Niño aún, entró en el Seminario de Tarragona, donde llevó una vida ejemplar. Con todo, al final de un verano tuvo una gran crisis y se negó a volver al Seminario. Entonces su madre fue a pie y con espíritu de penitencia a la ermita de San Bonifacio a implorar la vocación de su hijo. Al volver a casa le preguntó: «Jerónimo, ¿quieres volver al Seminario?», Y él le contestó: «¡Sí, mamá!” Desde entonces nunca más volvió a dudar de su vocación.

Tenía una gran devoción al santo cura de Ars. Durante las vacaciones pasó todo un mes preparando el Museo Bíblico del Seminario. En junio de 1933 escribía a su hermano jesuita: «La misericordia de Dios de nuevo ha visitado mi corazón. Se ha dignado invitarme a subir el último escalón de las órdenes sagradas […]. ¡Sólo me falta una cosa, y es hacerme digno de tanta benignidad y misericordia! Así que, hermano, te pido que pidas para mí esta gran gracia: ¡Que me haga digno de esta gran gracia!» Obedeciendo la voluntad del cardenal Vidal, con tres seminaristas más, fue a Santander a hacer un cursillo de Acción Católica organizado a nivel estatal.

El día 4 de febrero de 1934 era ordenado presbítero. Diecisiete días antes había muerto su madre, de modo que la primera misa que hizo fue de difuntos. Así lo escribe a su hermano jesuita: «Estoy moralmente cierto que [la madre] esta en el Cielo. Le ofreceré la primera misa el día 6; será, naturalmente, de Réquiem.»

Al terminar el curso de 1934 fue nombrado vicario de Vilabella. Se entregó, desde el primer momento, el nuevo trabajo apostólico con gran celo. Con todo, organizo su vida de modo que tenía tiempo para sus devociones: retiro mensual, lecturas, etc. Formó su archivo con doble finalidad: provecho espiritual personal y apostólico. En su trabajo se reflejaba un apóstol moderno que utilizaba todo tipo de medios al servicio del apostolado. El fejocismo en Vilabella la había fundado el Mn. Joan Punsoda, que también fue mártir, pero el Mn. Jerónimo encontró un continuador entusiasta y un consiliario excelente. Una de las cosas que él inició y que ha continuado haciéndose igual hasta hoy día ha sido la cabalgata de los Reyes.

A principios de 1936, ante el ambiente antirreligioso, multiplicó los esfuerzos, las oraciones y las penitencias. Al estallar la revuelta en julio del 36 permaneció en la parroquia hasta el día 22 de julio ejerciendo su ministerio; incluso hizo el entierro de una religiosa dominica, la madre Dominga. Apenas había terminado compareció un grupo de revolucionarios. Él aún entró en la iglesia con el fin de retirar el Santísimo. Después se puso en medio de la gente. A continuación se escondió en casa de un amigo. Cuando aquí hacían algunos registros él saltaba por detrás en la cuadra de la casa vecina hasta que se alejaba el peligro. Aquí, en casa Boronat, celebró la misa el día de la Purísima y otros días festivos con un grupo de personas de toda confianza. Durante este tiempo cincelo la cruz parroquial que aún hoy hay en la parroquia de Vilabella y que es tenida en gran estima y veneración.

Al final pudo llegar a Barcelona, ​​a casa de unos hermanos. Aquí se entregó a un intenso apostolado, tal como lo demuestran estas palabras escritas durante este tiempo: “Los presbíteros que no hemos sido martirizados tenemos que suplir ese acto intenso concentrado de amor a Jesucristo con una vida realmente apostólica, abnegada toda de Cristo». Cuando fue requerido para el servicio militar se presentó declarando su condición de presbítero. Fue enviado al frente del Ebro, destinado a la 14ª Brigada que pertenecía a la 45ª División Internacional, instalada en la casa de campo Mas d´en Puig, de la familia PAHI-Salvadó. Aquí, de buena mañana, cada día celebraba la misa. Luego, cuando tocaban diana, se presentaba a filas. Llevaba la vida de un verdadero apóstol. Guiaba espiritualmente muchos soldados, les hacía charlas, los confesaba y daba la comunión, especialmente cuando tenían que entrar en combate. Todo esto lo hacía con grave peligro de su vida. Al preguntarle la familia del Mas d´en Puig si tenía miedo, él contestaba: «Yo siempre les diré la verdad, y si por ser presbítero me matan, afortunado de mí.»

Un día, yendo hacia Cambrils a llevar la comunión a unos soldados heridos que estaban en el Noviciado de los Hermanos de la Salle, convertido en hospital de sangre, le acompañaba una religiosa, y le dijo: «Ya ve que llevamos buena compañía […]. Si nos quiere mártires también nos dará su gracia y el valor necesario para serlo. »

La noche de Navidad y fin de año de 1938 fueron celebrados con gran devoción y solemnidad. Un soldado farmacéutico que participó lo escribió a sus padres muy emocionado y dio la carta al chofer de un camión que iba hacia Barcelona. El día 5 de enero esta carta cayó en manos del comandante. Todos fueron hechos prisioneros y encerrados en el castillo de Vilafortuny, lleno de otros detenidos.

El día 13 los condujeron en Santa Coloma de Queralt. El siervo de Dios iba estrechamente vigilado. Parece que fue el día 19 de enero de 1939, a las 11 de la mañana, que fue asesinado en el Pla de Manlleu (Aiguamúrcia, Alt Camp) sólo por el hecho de ser presbítero. Existe el testimonio de Josep M. Folch, vecino del Masroig, el cual afirma que “un día del mes de enero del 39, al ver al Mn. Jerónimo custodiado entre dos guardias, cargado con un saco y casi descalzo, me rompió el corazón. […] No pude volverlo a ver más, hasta después de la retirada de Santa Coloma de Queralt. […] Aunque iba caminando con su cruz a cuestas y casi descalzo, […] con tanta resignación en su mirada y tanta dulzura que uno quedaba aniquilado al contemplar su santidad. Cerca de las Pobles de Valls y llevando la comida a los cabecillas, lo encontré por última vez. […] Cuando volví, un enlace me dijo que había matado a un cura. Y cuando le pregunté la manera, me dijo que le dispararon por la espalda.» Sus restos, reconocidos por sus familiares, en 1959, fueron trasladados a la iglesia parroquial de la Espluga Calba, donde reposan actualmente.

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