Isidro Fàbregas Gils, presbítero

El siervo de Dios Isidro Fàbregas Gils, hijo de los esposos José y Lucía, nació en Puigpelat el 7 de enero de 1878 y lo bautizaron en la iglesia parroquial de la misma población. Recibió la orden del presbiterado el 21 de septiembre de 1901.

Fue modelo como presbítero y querido por todos. Era pobre porque todo lo que tenía lo daba a los pobres. Fue ecónomo de la Parroquia de San Juan Bautista del Catllar, y más adelante fue destinado a Cambrils. Con motivo de los hechos del 6 de octubre de 1934, siendo ecónomo de Santa María de Cambrils, trabajó incansablemente a favor de los presos de su parroquia, hasta conseguir que el día de Navidad pudieran pasar ya todos en su casa. Al estallar la revuelta del 36 se refugió en casa de los señores Teresa Maseras y José Gimbernat. Acompañado del hermano Ireneo Clemente, no hacían otra cosa que rezar. Al cabo de unos días se marchó a Vinyols y se refugió en el Mas d´en Puig. Luego, al salir de allí para ir hacia Vila-seca, fue detenido e internado en el barco-prisión Río Segre de Tarragona. El día 28 de agosto de 1936, cuando vio llegar un grupo, entre los que había alguno de los que había sacado de la prisión el 6 de octubre, dijo el Mn. Isidro al hermano Anselmo Félix: «Nos vienen a liberar.» Este le contestó: «¿Ay señor rector, que está, de equivocado. Estos vienen a matarnos!» Y así fue. Conducidos a tierra, los ataron, al Mn. Isidro, con seis hermanos de la Salle y seis jóvenes de Solivella, los hicieron subir a un camión, por la carretera de Valencia, y, antes de llegar a Vila-seca, en el lugar conocido por Recolze, hicieron bajar al Mn. Isidro y los seis hermanos de la Salle, y los fusilaron de cara al mar.

Antes, el Mn. Isidro, por el camino, tuvo que sufrir uno de los más horribles martirios con insultos y con los más dolorosos suplicios: le cortaron las orejas, le sacaron los ojos, le amputaron los miembros y le hicieron todo tipo de burlas, hasta aún las más groseras. El Mn. Isidro Fàbregas lo sufrió todo sin ninguna queja y con la resignación de un verdadero héroe y de un santo mártir. Tanto es así que uno de sus verdugos, al retornar al barco-prisión, dijo a un compañero suyo: «Le hemos hecho todo, de palabra y de obra, sin que hayamos podido arrancar de su boca una sola queja. Y cuando le hemos dicho que la íbamos a fusilar nos ha dado las gracias porque» -dijo- «le abríamos las puertas del cielo.» En la madrugada del día 29, la Cruz Roja recogió los cadáveres del Mn. Isidro y los seis hermanos de la Salle, y fueron enterrados en la fosa común del cementerio de Reus.

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