José Badia Minguella, presbítero

El siervo de Dios José Badia Minguella nació en Salomó (Tarragonès) el día 18 de septiembre de 1863. Recibió el bautismo en la misma parroquia dos días después, y la confirmación el mes de mayo de 1877.

Fue ordenado presbítero en 1889. Era beneficiado de la prioral de San Pedro de Reus (Tarragona). Fue un presbítero modelo por su profunda y sólida piedad, y por su caridad, ya que lo daba todo a los necesitados y no toleraba nunca la crítica de nadie delante de él. Su predicación versaba menudo sobre la caridad. Fue modelo para la castidad y por el celo en la dirección espiritual. Su ideal era la perfección.

Ya hacía unos diez años que se disponía a sufrir con valentía el martirio, mezclando frases de perdón y de compasión hacia los verdugos. Unos quince días antes de estallar la revuelta del 36 presidió un viacrucis, y en el comentario de cada estación hablaba de la necesidad de hacer penitencia.

En la madrugada del 26 de julio de 1936 el Mn. Josep Badia tardó más de lo normal en salir de la habitación. Al abrir la puerta dijo a su ama de llaves, Sra. Maria Duch: «La Virgen me ha infundido un gran valor y me ha inspirado que no me pasará nada malo.» Empezaron a rezar el rosario, y al llegar a los misterios de dolor entraron cinco milicianos para hacer un registro. Eran las once de la mañana. Al preguntar por el presbítero, él contestó: «¡Soy yo!»

Uno de ellos le dijo: «De modo que tú eres presbítero. ¿Por qué vas vestido de seglar?»« Es contra mi voluntad; las circunstancias me obligan», dijo el Mn. Bahía. Le respondieron: «¡Quedas detenido!» Y se lo llevaron.

Llevado al camino del Molinet, ante la fábrica de gas de Reus, el pusieron de cara a la pared. Él obedeció, pero antes, volviéndose de cara a los asesinos les dijo: «Os perdono; enviarme el cielo.» Los bendijo y añadió: «¡Disparad. Viva Cristo Rey!» Y luego cayó muerto por los disparos. Su cadáver fue inhumado en el cementerio de Reus.

Uno de los asesinos, cuando estuvo moribundo, decía que veía constantemente la mano del Siervo de Dios que el bendecía.

Aquesta entrada ha esta publicada en Causa de Tarragona. Afegeix a les adreces d'interès l'enllaç permanent.